domingo, 4 de enero de 2015

La libertad de expresión: un derecho de doble filo

Tras las distintas difusiones y publicaciones realizadas en torno a la figura del profeta Mahoma en las cuales se le ridiculiza y humilla, tanto por parte de países europeos como Francia o Dinamarca, como por parte de los Estados Unidos, son muchos los debates que han tenido lugar acerca del uso de la libertad de expresión y sus límites.
Esta forma de ejercer el derecho de expresarse, ha ocasionado una serie de reacciones en los diferentes países musulmanes que han desembocado en sucesos violentos y de gran repercusión a nivel internacional, provocando una gran inestabilidad que ha mermado la seguridad en estos países.
Son numerosos los episodios en los que Occidente desde su condición de “productor”, ha provocado la ira en el mundo musulmán a raíz de ciertos libros, viñetas y material audiovisual ofensivo. Entre las consideradas como “ofensas” podemos destacar algunas tales como: la novela del escritor indio Salman Rushdie titulada “Versos Satánicos” calificada de “blasfema para el Islam”; las famosas viñetas del diario danés Jyllands-Posten a finales de 2005, en las que se representaban dos caricaturas satíricas del profeta Mahoma; la proyección de la película “Submission” por el cineasta holandés Theo Van Gogh en la que reflejaba la sumisión de la mujer en el mundo islámico; o la amenaza en 2010 por parte del clérigo estadounidense Terry Jones con quemar ejemplares del Corán en su Iglesia.

                   
Todos los sucesos anteriormente mencionados han tenido importantes consecuencias como el asalto a las embajadas danesas del mundo islámico en el caso de la difusión de las viñetas, las cuales fueron posteriormente reproducidas por otros periódicos de Francia y Alemania en apoyo al diario danés; el asesinato del cineasta Theo Van Gogh por un fundamentalista islámico; o la oleada de disturbios en Afganistán con la muerte de varios funcionarios de las Naciones Unidas, tras la amenaza del clérigo estadounidense.
Igualmente, la proyección de la película “La inocencia de los musulmanes” en 2011 del judío estadounidense Sam Bacile, en la cual se ridiculiza al profeta Mahoma presentándole como un sanguinario que comete masacres, además de un adicto al sexo y homosexual, ha provocado una de las mayores y más graves reacciones dentro del mundo árabe. Fueron varios los ataques a consulados de EEUU en países musulmanes, tales como Egipto y Libia, siendo en el consulado de Bengasi, donde los islamistas logran asesinar al embajador estadounidense Christopher Stevens junto a varios diplomáticos.                                                 
Varios de los medios de comunicación occidentales han “protegido” su postura excusándose en la defensa de uno de los pilares de la democracia: el derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, parecen no tener en cuenta el grado de complejidad de la cuestión, ya que el libre ejercicio de ese derecho termina compitiendo con la estabilidad en los países de Oriente Próximo, dañando la seguridad no sólo en esta región, sino a nivel internacional. 

La consecuencia más reciente de tales difusiones la tenemos hoy en París, donde hace escasas horas el semanario satírico francés Charlie Hebdo ha sufrido un tiroteo al grito de "Allah akbar", en el que han muerto 12 personas. Este semanario ya sufrió en 2012 un atentado por una de sus publicaciones tituladas como "Sharía Hebdo", y además, fue uno de los periódicos que en 2006 imitó la publicación de las caricaturas de Mahoma. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿ libertad de expresión a cambio de vidas humanas e inseguridad? Si es así, esta forma libre de expresarse no parece digna de una verdadera democracia. 
Resulta perfectamente legítima la defensa de un derecho como lo es el de poder expresarse libremente, sin embargo tal defensa puede quedar deslegitimada cuando ésta pasa a convertirse en un amenaza a raíz de una “provocación”, o al menos así es como generalmente este tipo de sucesos son percibidos por la población musulmana.
Por lo tanto, tales “provocaciones” hacen que aumente no sólo el odio y la ira del mundo musulmán contra Occidente (en el cual la burla a los símbolos religiosos es frecuente), sino también el miedo a posibles formas de violencia, con el uso del terrorismo. Los sucesos anteriormente mencionados así lo demuestran.  
Ante esta situación, parece necesario pues, preguntarse por cuestiones tan importantes como: ¿hasta qué punto existe un equilibrio entre libertad de expresión y respeto a la religión? ¿Cuál es el verdadero precio que ha de pagar Occidente para poder presentar de manera despectiva la figura central del Islam? ¿Hasta qué punto las caricaturas y películas ridiculizantes sobre Mahoma constituyen una forma de libre expresión y no de humillación y/o provocación?
Sin duda se trata de cuestiones relevantes y que no todo el mundo parece tener claras. Lo que sí parece claro es que si se tiene la valentía de defender la libertad de prensa, igualmente se ha de ser valiente a la hora de hacer frente a las responsabilidades que tal libertad conlleva. El debate en torno a los límites de este derecho lleva abierto mucho tiempo, aunque parece no cerrarse aún. 

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