Tras las distintas difusiones y
publicaciones realizadas en torno a la figura del profeta Mahoma en las
cuales se le ridiculiza y humilla, tanto por parte de
países europeos como Francia o Dinamarca, como por parte de los Estados Unidos, son muchos los debates que han tenido lugar acerca del uso de la libertad de expresión y sus límites.
Esta forma de ejercer el derecho de expresarse, ha ocasionado una serie de reacciones en los diferentes
países musulmanes que han desembocado en sucesos violentos y de gran repercusión
a nivel internacional, provocando una gran inestabilidad que ha mermado la
seguridad en estos países.
Son numerosos los episodios en los que Occidente
desde su condición de “productor”, ha provocado la ira en el mundo musulmán a
raíz de ciertos libros, viñetas y material audiovisual ofensivo. Entre las
consideradas como “ofensas” podemos destacar algunas tales como: la novela del
escritor indio Salman Rushdie titulada “Versos
Satánicos” calificada de “blasfema para el Islam”; las famosas viñetas
del diario danés Jyllands-Posten a finales de 2005, en las que se
representaban dos caricaturas satíricas del profeta Mahoma; la proyección de la
película “Submission” por el cineasta
holandés Theo Van Gogh en la que reflejaba la sumisión de la mujer en el mundo
islámico; o la amenaza en 2010 por parte del clérigo estadounidense Terry Jones
con quemar ejemplares del Corán en
su Iglesia.


Todos los sucesos anteriormente
mencionados han tenido importantes consecuencias como el asalto a las embajadas
danesas del mundo islámico en el caso de la difusión de las viñetas, las cuales
fueron posteriormente reproducidas por otros periódicos de Francia y Alemania
en apoyo al diario danés; el asesinato del cineasta Theo Van Gogh por un
fundamentalista islámico; o la oleada de disturbios en Afganistán con la muerte
de varios funcionarios de las Naciones Unidas, tras la amenaza del clérigo
estadounidense.
Igualmente, la proyección de la película “La
inocencia de los musulmanes” en 2011 del judío estadounidense Sam
Bacile, en la cual se ridiculiza al profeta Mahoma presentándole como un sanguinario
que comete masacres, además de un adicto al sexo y homosexual, ha provocado una
de las mayores y más graves reacciones dentro del mundo árabe. Fueron varios
los ataques a consulados de EEUU en países musulmanes, tales como Egipto y
Libia, siendo en el consulado de Bengasi, donde los islamistas logran asesinar
al embajador estadounidense Christopher Stevens junto a varios diplomáticos.
Varios de los medios de comunicación
occidentales han “protegido” su postura excusándose en la defensa de uno de los
pilares de la democracia: el derecho a la libertad de expresión. Sin embargo,
parecen no tener en cuenta el grado de complejidad de la cuestión, ya que el
libre ejercicio de ese derecho termina compitiendo con la estabilidad en los
países de Oriente Próximo, dañando la seguridad no sólo en esta región, sino a
nivel internacional. La consecuencia más reciente de tales difusiones la tenemos hoy en París, donde hace escasas horas el semanario satírico francés Charlie Hebdo ha sufrido un tiroteo al grito de "Allah akbar", en el que han muerto 12 personas. Este semanario ya sufrió en 2012 un atentado por una de sus publicaciones tituladas como "Sharía Hebdo", y además, fue uno de los periódicos que en 2006 imitó la publicación de las caricaturas de Mahoma. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿ libertad de expresión a cambio de vidas humanas e inseguridad? Si es así, esta forma libre de expresarse no parece digna de una verdadera democracia.
Resulta perfectamente legítima la defensa
de un derecho como lo es el de poder expresarse libremente, sin embargo tal
defensa puede quedar deslegitimada cuando ésta pasa a convertirse en un amenaza
a raíz de una “provocación”, o al menos así es como generalmente este tipo de
sucesos son percibidos por la población musulmana.
Por lo tanto, tales “provocaciones” hacen
que aumente no sólo el odio y la ira del mundo musulmán contra Occidente (en el
cual la burla a los símbolos
religiosos es frecuente), sino también el miedo a posibles formas de
violencia, con el uso del terrorismo. Los sucesos anteriormente mencionados así
lo demuestran.
Ante esta situación, parece necesario
pues, preguntarse por cuestiones tan importantes como: ¿hasta qué punto existe
un equilibrio entre libertad de expresión y respeto a la religión? ¿Cuál es el verdadero
precio que ha de pagar Occidente para poder presentar de manera despectiva la
figura central del Islam?
¿Hasta qué punto las caricaturas y películas ridiculizantes sobre Mahoma
constituyen una forma de libre expresión y no de humillación y/o provocación?
Sin duda se trata de cuestiones relevantes
y que no todo el mundo parece tener claras. Lo que sí parece claro es que si se
tiene la valentía de defender la libertad de prensa, igualmente se ha de ser
valiente a la hora de hacer frente a las responsabilidades que tal libertad
conlleva. El debate en torno a los límites de este derecho lleva abierto mucho
tiempo, aunque parece no cerrarse aún.
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