jueves, 18 de diciembre de 2014

Muhammad, recuerdo tu nombre porque quedó escrito

En septiembre del año 2000, Muhammad al-Durrah, niño palestino de 12 años, fue asesinado en la franja de Gaza. Las imágenes fueron difundidas por la cadena France 2 . Los pros y contras de la validez de las imágenes han llegado hasta los juzgados franceses, que fallaron en el año 2006 a favor de la cadena y del periodista, Charles Enderlin, quien montó el vídeo y añadió la voz en off tras recibir las imágenes del camarógrafo gazatí Talal abu Rahma. Posteriormente el caso fue elevado a la Corte Suprema tras una apelación en 2008 que falló, esta vez, en contra de los mismos.

Las declaraciones oficiales y las investigaciones se han ido sucediendo y variando, y los medios han continuado recogiendo la cronología de los litigios abiertos, los informes y las palabras cruzadas entre los altos cargos políticos sionistas y la familia del menor: ¡No hay evidencia! ¡Es una campaña de deslegitimación! dirían unos, ¿Qué quieren decir? ¿Es que mi hijo sigue vivo? dicen otros.  

Allí donde yace podemos leer: “El niño mártir Mohamed Jamal al Durra, a quien mataron el 30 de septiembre de 2000, cuando tenía 12 años”. Muhammed fue considerado el primero niño caído a manos del Ejército israelí en la denominada Segunda Intifada o Intifada de Al-Aqsa. El joven, sin quererlo, perdura en los escritos periodísticos, en investigaciones y palabras de diplomáticos, juristas y altos cargos políticos. Un niño hecho a la fuerza mártir, como otros tantos sin nombre para nuestros medios. Sahar Khalifeh, tiempo hace ya, que escribía en su novela Cactus:

"`Tú eres un ángel, madre, y yo un gran león. Pero, cuando yo muera, ¿quién te ayudará? La muerte es un mal necesario. Y quizás la cárcel, la tortura y los perros azuzados. No importa. Es necesario. Es nuestra Causa. Algún día dirás que tu hijo murió mártir, y que era realmente un gran león´".
Sahar, ¿sería Muhammad un gran león con tan sólo 12 años?  El joven se convirtió en símbolo, y alimentó los versos de Mahmud Darwish quien le dedicó este poema:

Muhammad,
acurrucado en brazos de su padre, es un pájaro temeroso
del infierno del cielo: papá, protégeme,
que salgo volando, y mis alas son
demasiado pequeñas para el viento... y está oscuro.

Muhammad,
quiere volver a casa, no tiene
bicicleta, tampoco una camisa nueva.
Quiere irse a hacer los deberes
del cuaderno de conjugación y gramática: llévame
a casa, papá, que quiero preparar la lección
y cumplir años uno a uno...
en la playa, bajo la palmera...
Que no se aleje todo, que no se aleje...

Muhammad,
se enfrenta a un ejército, sin piedras ni
metralla, no escribe en el muro: "Mi libertad
no morirá" -aún no tiene libertad
que defender, ni un horizonte para la paloma
de Picasso. Nace eternamente el niño
con su nombre maldito.
¿Cuántas veces renacerá, criatura
sin país sin tiempo para ser niño?
¿Dónde soñará si se queda dormido...
si la tierra es llaga y templo?

Muhammad,
ve su muerte viniendo ineluctable, pero
se acuerda de una pantera que vio en la tele,
una gran pantera con una cría de gacela acorralada; mas al
oler de cerca la leche
no se abalanza,
como si la leche domara a la fiera de la estepa.
"Entonces -dice el chico- me voy a salvar".
Y se echa a llorar: "mi vida es un escondite
en la alacena de mi madre, me voy a salvar... yo daré fe".

Muhammad,
ángel pobre a escasa distancia del
fusil de un cazador de sangre fría. Uno
a uno la cámara acecha los movimientos del niño,
que se funde con su imagen:
su rostro, como la mañana, está claro,
claro su corazón como una manzana,
claros sus diez dedos como cirios,
claro el rocío en sus pantalones.
Su cazador debería habérselo pensado
dos veces: le voy a dejar hasta que sepa deletrear
esa Palestina suya sin equivocarse...
me lo guardo en prenda
y ya le mataré mañana, ¡cuando se revuelva!

Muhammad,
un Jesusito duerme y sueña en
el corazón de un icono
fabricado de cobre,
de madera de olivo,
y del espíritu de un pueblo renovado.

Muhammad,
hay más sangre de la que precisan los noticiarios
y a ellos les gusta: súbete ya
al séptimo cielo,
Muhammad.
¿Será verdad Darwish, que había más sangre de la que precisan los noticieros? ¿Será que les gusta? La poetisa y activista, Rafeef Ziadah, escribió "Nosotros enseñamos vida, Señor" durante el ataque del Estado de Israel a Gaza en el invierno de 2008-2009 cuando un periodista le preguntaba: "¿No crees que todo estaría bien si simplemente dejáis de enseñar a vuestros hijos a odiar?".  Ziadah respondía en verso:



La bombas caían y los periodistas recogían información mientras las familias buscaban cobijo, pero había tiempo e intención para esa pregunta mientras eres testigo de la muerte indiscriminada. Ryszard Kapuscinski sostenía "el verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo". ¿Qué intención habría en él? ¿Qué cambió querría provocar? ¿Hablamos, obviamente, del buen periodismo? El escritor y líder político palestino, Ghassan Kanafani escribía en  Hojas de At-Tira

"Las declaraciones de los periódicos no sirven, hijo. Ellos -quienes escriben en los periódicos- se sientan en asientos cómodos y amplias habitaciones con cuadros y estufas, y luego escriben de Palestina y de la guerra de Palestina sin haber oído un tiro en toda su vida, y si lo oyeran huirían a no sé dónde".
¡Pero Ghassan!, hay periodistas que sí están. Es más, hay escritores que como tú, Sahar, Ziadah, Darwish y otros, logran vencer lo efímero de un nombre, de un acontecimiento, de una historia, de una noticia.  

Literatura, realidad y memoria

La literatura palestina se convierte en un refugio de palabras del exiliado, del expulsado, del detenido, del político, del activista. Palabras a la patria, al martirio y la muerte, a los niños, a la naturaleza, a la vida, a la resistencia, al retorno. Rosa Meneses sostiene en su artículo "Generación `Nakba´": "realidad y literatura van de la mano en el triste destino que han sufrido los palestinos". La Ocupación y los ocupantes son parte de sus escritos, su avance, sus consecuencias, sus hábitos, sus métodos. También,  hay palabras para ese Occidente cómplice, e incluso, para la desdicha del Holocausto, o crítica a la sociedad palestina y a los propios políticos palestinos y árabes.


Una forma de memoria, como la presencia de Muhammad en la obra de Darwish, que convierte al niño en recuerdo que perdurará, más allá de una polémica judicial. La opinión pública internacional puede recordar al joven, o no.  Puede que recordemos las imágenes en las que aparece, incluyamos a nuestro vocabulario esas palabras como "intifada", pero tal vez, el nombre de Muhammad al-Durrah ni siquiera hubiese sido escrito, simplemente sería uno de los tantos otros niños que cada año son asesinados y que se suman a una página de Excel  expresada en números. 

Aquí quedan algunos de esos nombres, esta vez, algunos de los menores palestinos asesinados en el último ataque de las fuerzas militares sionistas sobre la franja de Gaza durante este verano recordados en las calles de Madrid.

 
"Les encerraron en una cárcel a cielo abierto, les robaron su infancia y luego los asesinaron. No los olvidaremos y descansen en paz". Limpieza étnica, olvido, expolio de la memoria, inhumanización del asesinato; grandes categorías de conceptos a estudio y al uso.  Palestina ha sufrido un continuo memoricidio contra su historia y su cultura. Las manifestaciones artísticas y culturales; la literatura, se convierte en una forma de mantener la memoria colectiva y batallar por la memoria histórica, cuan subjetiva pueda parecer la expresión individual del artista o escritor y en definitiva el imaginario colectivo palestino, cuando faltan, se esconden, se archivan  o se eliminan los fondos documentales, creando un artefacto propagandístico, educativo y mediático, institucionalizado para combatir la Historia y crear una nueva que satisfaga las pretensiones sionistas. Como sostiene el poeta palestino Ghassan Zaqtan en una entrevista realizada por Lauren Pyott:

"It’s important to understand that each Palestinian and every poet has their own sense of privacy, whether they’re in exile or inside Palestine, and that there are variations within this. There are multiple geographies of Palestine which each have their own reality. This may form a sense of collective memory, but you could also say that this enriches, rather than fractures, the individual imagination across multiple notions, visions, languages and experiences. I personally don’t see them as isolated regions. Rather than regarding it as a collective imagination, I see it as a collective experience that is both varied and rich. It enriches and deepens the Palestinian text. I see “place” as a varied and enriching experience and not a weak one".
Una vez se escribió: "¡Qué mi nombre no se borre en la historia!",  y esa frase perduró; y ese nombre, Julia Conesa, perduró por haberlo escrito.  Así sea Muhammad, que Darwish dio soporte a tu nombre para que no se olvide. 

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