El poeta abasí Abu Nuwas (756–814), que la tradición árabe reconoce como parte indispensable de su canon literario, no podría reconocer a su propia tribu si leyera las noticias publicadas sobre ella siglos más adelante en países como Egipto y Marruecos. Él había encantado a la corte en Bagdad, en el siglo VIII, con versos en los cuales loa a la “tribu que ama a los chicos”. Sin embargo en 2014, en El Cairo y en Marrakech, jóvenes fueron encarcelados por amar a otros chicos.
Una ola de condenación siguió a la detención, con la indignación inicial de observadores en el extranjero, para los cuales Marrakech había sido en ocasiones un destino para el turismo sexual, en especial el gay. La imagen orientalista de una tierra libre para las experimentaciones, donde el escritor francés André Gide perdió su virginidad en las dunas argelinas, no corresponde a la realidad.
Cole fue liberado y, dos días después, también el joven marroquí. Pero mientras el británico volvió a su Inglaterra natal, donde no se imputan a los homosexuales, su novio permanece en Marrakech ante un proceso criminal. Aún más grave, tendrá que enfrentarse ahora a los ojos de la sociedad cuya postura conservadora sustenta, en primer lugar, la Constitución que permite tales abusos a los derechos humanos.
Las detenciones por la boda del Cairo y las del zoco de Marrakech no son la regla en Egipto y Marruecos y tampoco en la inmensa extensión de lo que a Occidente le parece la masa homogénea del “mundo árabe”. Allí, los homosexuales y la sociedad inventaron un juego – no desconocido en Europa o en las Américas – de mentiras y simulaciones en el que la sexualidad ocupa un espacio privado, sin choque. Las crisis públicas, así, son escasas.
Pero las noticias de esas rarezas, que aparecen en las páginas de los principales diarios del mundo, no dejan de ayudar en la construcción de una imagen específica de esas comunidades, en la cual el árabe está en un atraso casi eterno. El fondo de ese concepto es otra idea aún presente en que el islam, por inadecuado como religión, es esencialmente retrógrado y jamas va a permitir la convivencia social de gays en los países donde sea hegemónico. Pero la historia desautoriza esa opinión.
El Corán menciona la historia de Sodoma como una narrativa de condenación al “pecado” que fue asociado, en árabe, al personaje Lot (al sodomita solía llamarle “luti”). La aplicación de penas en el libro, sin embargo, es vaga, y además la misma historia también esta contada en la Biblia, y así difícilmente podría ser considerada una exageración coránica. Interpretaciones posteriores traen discordancia entre escuelas islámicas.
Pero, a juzgar por la tradición literaria, la homosexualidad ha tenido desde el siglo VIII hasta hoy una fuerte representación. La Encyclopedia of Islam and the Muslim World registra que el sentimiento gay “era aceptado y cultivado”. “La poesía de amor escrita por hombres sobre niños más que competir, superava a aquella sobre mujeres. La literatura de anécdotas refuerza esa impresión de una aceptación social general de la celebración pública de amor entre hombres.”
![]() |
| Los detenidos del Queen Boat. Reuters |
Lo que sucedió en El Cairo es una pesadilla poco poética. La Justicia egipcia decidió, en el inicio de noviembre, poner en la prisión por tres años a ocho hombres que habían sido vistos en YouTube celebrando lo que parecía ser una “boda gay” en un barco navegando por el río Nilo. La alegría de la supuesta conmemoración, con ululaciones y un cambio de anillos, se hundió entre los recuerdos de hipopótamos y cocodrilos ante la reacción de una sociedad conservadora y un gobierno abusivo.
La homosexualidad no es un crimen en Egipto, lo que en la practica no significa que el tema sea aceptado en el país. Las imágenes de la boda en el Nilo fueron recibidas como una afrenta a la moral, como la también llamada “afrenta” de los 52 hombres arrestados en esa misma ciudad en 2001 en la embarcación-discoteca Queen Boat.
En Marruecos la cuestión tiene fondo legal, pues allí la ley incluye un artículo en que la sexualidad (incluso heterosexual, en caso de adulterio) puede ser punida. Así, en septiembre, el turista británico Ray Cole y su novio, un joven marroquí, fueron detenidos por “actos homosexuales” después de que la Policía logró encontrar imágenes comprometedoras en el teléfono del inglés.
La homosexualidad no es un crimen en Egipto, lo que en la practica no significa que el tema sea aceptado en el país. Las imágenes de la boda en el Nilo fueron recibidas como una afrenta a la moral, como la también llamada “afrenta” de los 52 hombres arrestados en esa misma ciudad en 2001 en la embarcación-discoteca Queen Boat.
![]() |
| Abu Nuwas, dibujado por Kahlil Gibran |
Una ola de condenación siguió a la detención, con la indignación inicial de observadores en el extranjero, para los cuales Marrakech había sido en ocasiones un destino para el turismo sexual, en especial el gay. La imagen orientalista de una tierra libre para las experimentaciones, donde el escritor francés André Gide perdió su virginidad en las dunas argelinas, no corresponde a la realidad.
Cole fue liberado y, dos días después, también el joven marroquí. Pero mientras el británico volvió a su Inglaterra natal, donde no se imputan a los homosexuales, su novio permanece en Marrakech ante un proceso criminal. Aún más grave, tendrá que enfrentarse ahora a los ojos de la sociedad cuya postura conservadora sustenta, en primer lugar, la Constitución que permite tales abusos a los derechos humanos.
Las detenciones por la boda del Cairo y las del zoco de Marrakech no son la regla en Egipto y Marruecos y tampoco en la inmensa extensión de lo que a Occidente le parece la masa homogénea del “mundo árabe”. Allí, los homosexuales y la sociedad inventaron un juego – no desconocido en Europa o en las Américas – de mentiras y simulaciones en el que la sexualidad ocupa un espacio privado, sin choque. Las crisis públicas, así, son escasas.
Pero las noticias de esas rarezas, que aparecen en las páginas de los principales diarios del mundo, no dejan de ayudar en la construcción de una imagen específica de esas comunidades, en la cual el árabe está en un atraso casi eterno. El fondo de ese concepto es otra idea aún presente en que el islam, por inadecuado como religión, es esencialmente retrógrado y jamas va a permitir la convivencia social de gays en los países donde sea hegemónico. Pero la historia desautoriza esa opinión.
El Corán menciona la historia de Sodoma como una narrativa de condenación al “pecado” que fue asociado, en árabe, al personaje Lot (al sodomita solía llamarle “luti”). La aplicación de penas en el libro, sin embargo, es vaga, y además la misma historia también esta contada en la Biblia, y así difícilmente podría ser considerada una exageración coránica. Interpretaciones posteriores traen discordancia entre escuelas islámicas.
Pero, a juzgar por la tradición literaria, la homosexualidad ha tenido desde el siglo VIII hasta hoy una fuerte representación. La Encyclopedia of Islam and the Muslim World registra que el sentimiento gay “era aceptado y cultivado”. “La poesía de amor escrita por hombres sobre niños más que competir, superava a aquella sobre mujeres. La literatura de anécdotas refuerza esa impresión de una aceptación social general de la celebración pública de amor entre hombres.”
![]() |
| Maqamat al-Hariri. Síria, siglo 13. |
La obra de Abu Nuwas, que tal vez mejor represente esa idea, tiene dos ediciones temáticas traducidas con una antología de sus poemas que hoy interpretaríamos como “gay”, un concepto sin sentido para aquellos años: Carousing with Gazelles: Homoerotic Songs of Old Baghdad (Jaafar Abu Tarab, 2005) y O Tribe That Loves Boys (Hakim Bey, 1993).
Por supuesto que la visión de que la tribu de Abu Nuwas “amaba a los chicos” tiene rasgos del orientalismo que proyecta en aquel Iraq distante una sociedad lujuriosa formada por árabes obsesionados por el sexo, sodomitas y demás. Esa idea se tiene que interpretar en su contexto, el que hace el estadunidense Joseph Allen Boone en The Homoerotics of Orientalism. Pero sus versos, por otro lado, sí nos dicen algo: tampoco esa tribu odiaba a los hombres que amaban a los chicos.
Por supuesto que la visión de que la tribu de Abu Nuwas “amaba a los chicos” tiene rasgos del orientalismo que proyecta en aquel Iraq distante una sociedad lujuriosa formada por árabes obsesionados por el sexo, sodomitas y demás. Esa idea se tiene que interpretar en su contexto, el que hace el estadunidense Joseph Allen Boone en The Homoerotics of Orientalism. Pero sus versos, por otro lado, sí nos dicen algo: tampoco esa tribu odiaba a los hombres que amaban a los chicos.



No hay comentarios:
Publicar un comentario